Con los ojos cerrados aún. Me doy cuenta de los sonidos que existen a mi alrededor. De los olores, de la temperatura. De la cualidad del aire que respiro.
Me doy cuenta del espacio que ocupo. Me doy cuenta de la postura que sostengo. Me doy cuenta del cuerpo que habito.
Traigo la atención de fuera hacia adentro. Me doy cuenta de mi respiración. Centro la atención en el doble movimiento de la respiración. Inspiro: y todo el cuerpo se expande. Expulso el aire: y todo mi cuerpo vuelve al centro. Y me dejo acunar por este doble movimiento. Y descanso en él.
Recorro mentalmente toda la estructura de mi cuerpo. Relajo el cuero cabelludo, relajo las cejas, relajo las mandíbulas, relajo la lengua; relajo la piel del rostro; relajo mis pensamientos. Relajo la base del cráneo. Relajo las sienes y las cervicales. Y me pregunto mentalmente si puedo sostener esta postura con mayor presencia, con menor tensión. Y permito que la bóveda craneal se expanda en una respiración. Y descanso en esa calidad de presencia.
Sigo recorriendo mi cuerpo centrando mi atención ahora en la cintura escapular. Relajo los hombros, relajo las clavículas, relajo el espacio entre los omóplatos. Relajo el centro del pecho. Relajo los brazos, antebrazos y manos.
Y permito que se expanda mi respiración con la atención puesta en el centro del pecho y en su paralelo entre los omóplatos.
Sigo recorriendo mentalmente mi cuerpo. Preguntándome si es posible sostener esta postura con menor tensión. Con mayor presencia.
Relajo la parte abdominal. Relajo la baja espalda, relajo los glúteos, los muslos, los gemelos y los pies. Y vuelvo a preguntarme si es posible sostener esta postura con menor tensión, con mayor presencia. Viajo por la parte posterior del cuerpo profundizando aún más en relajar lo que no es necesario. En darme cuenta de mi cuerpo. En darme cuenta de mí.
Vuelvo a recorrer mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies.
Me doy cuenta de mi postura. Me doy cuenta de mi respiración. Me doy cuenta de este momento y trato de habitar mi cuerpo con toda la atención, con toda la presencia de la que dispongo en este momento.
Me dejo hacer por la respiración. Dejo de resistirme al doble movimiento de inspirar y expulsar.
Me doy cuenta de mi. Y me doy cuenta de este momento.
Abro los ojos. Me doy cuenta de la capacidad de mi mirada. Poso la vista en diferentes lugares de la habitación. Sin darlos por hecho. Me doy cuenta de que están ahí. Los puedo ver. Los puedo ver con una mirada habitada.
Yergo mi cuerpo sobre su natural vertical. Organizo mi cuerpo en torno al eje central. Lo sitúo entre la tierra y el cielo. Y permito que se expanda toda la columna. Como un tranvía que se desplaza enganchado al cielo, permito que mi vertical ocupe su longitud. Alineación vertical expandida. Habito mi cuerpo. Habito mi postura. Habito mi altura. Y proyecto mi movimiento por la estancia. Y me doy cuenta.
Me doy cuenta de que es hoy. Me doy cuenta de la temperatura que aprecia mi planta del pie en el suelo. Me doy cuenta del volumen de aire que desplaza mi estructura al caminar.
Me doy cuenta de mi eje vertical y su proyección en el espacio. Me doy cuenta de lo que veo, de lo que escucho, de lo que huelo. Me doy cuenta de mí en esta habitación. Me doy cuenta de mis movimientos.
Y me doy cuenta de las palabras que siembro en el aire al decir “buenos días”.
Me doy cuenta del tono de mi pronunciación, del volumen, de la calidad de mi voz.
Habito lo que digo. Me doy cuenta de mí. De mí, en el espacio. De mi cuerpo y las posibilidades de impactar el mundo que tiene. Habito mi gesto. Habito mi palabra. Habito este momento.
Dejo de dar el mundo por hecho. Dejo de usar mi experiencia de ayer, para hoy. Siento, percibo, me doy cuenta. Me doy cuenta de mí, y de esta experiencia. Estoy aquí, dentro. Estoy aquí, fuera. Estoy aquí, en este momento.
Y me doy cuenta de la flipada que es habitar un cuerpo humano. Sonrío. Y me entrego a la fascinante capacidad de contribuir a la creación de la realidad de la experiencia: HOY.