Qué sustos me pego una y otra vez cuando abro las revistas, cuando veo los escaparates, cuando leo artículos, o voy al supermercado, sin más.
Protección grado 1, protección 50, protección total . Protección de esto, o de lo otro. Bacterias malas, personas tóxicas, sol, rayos uva, fuego, mal tiempo.
Llevo ya un tiempo preguntándome por qué tanto protegerse, y por qué tan poco relacionarse. Es una respuesta fácil. La cultura del miedo vende más, seguramente. Y seguramente lo sabemos, pero seguramente no nos damos ni cuenta de cómo opera.
Cuando escucho decir a un niño pequeño cada verano “– ¿a que el sol es muy malo mamá?, me siento triste, conmovida. Me siento de un planeta lejano. Mi mente se queda colgada pensando en lo que eso significa y en la cultura que sostenemos para las generaciones que vienen.
El sol no es malo. De hecho, es fundamental para nuestra buena salud, para nuestro desarrollo, para nuestra inteligencia y nuestra emocionalidad. El sol, como todo, no es ni bueno, ni malo. El sol es tremendamente fascinante, y necesario. El sol, es un astro. Es una estrella que emite luz y calor. El sol hace que la vida en este planeta sea posible.
“El sol, no es malo (mamá)”
Es cómo nos relacionamos con el sol lo que puede hacer que se torne peligroso.
Cuando en nuestro lenguaje apoyamos una manera de mirar un mundo peligroso del que hay que protegerse, construimos un mundo que paraliza, lleno de cosas que pueden atacarnos. Nos construímos repitiendo una idea de peligro y estando en la realidad modo “defensa on”. Automatizamos nuestros comportamientos cada vez más rápido. Y nos sacamos de la realidad antes en el tiempo. Miedo a coger frío, miedo a quemarse, miedo a ponerse enfermo, miedo a que alguien me haga daño, miedo a la lluvia, miedo al sol, miedo al fuego, miedo a las personas…
Cuando alguien me preguntó en un curso sobre educación qué opinaba sobre las personas tóxicas… De repente, lo ví aún más claro.
Mayoritariamente opino que son las relaciones las que pueden ser tóxicas, nunca las personas.
Por opción, elijo creer y reflexionar más en cómo nos relacionamos que en crear más separación. Elegir, aprender, transmitir de qué manera es mejor relacionarse con el sol. Así quizás pueda no salir a tomar el sol en las horas punta pero, sabiendo que no es malo, sino fascinante, pueda pasar mi cuerpo por la experiencia SOL cuando es mejor para mi.
Relacionarse o reaccionar.
No me gusta una cultura que se anticipa tanto a la experiencia que la secuestra.
No me gusta una cultura que tacha a los fenómenos naturales de malos o buenos, quitando el sujeto de la relación, que somos nosotros.
No me gusta quedarme sin las herramientas propias que se construyen cuando una se pasa por la experiencia, aprende y aprende a cómo relacionarse con cada elemento.
Y menos me gusta ser testigo de cómo creamos conceptos que dividen a las personas en tóxicas o no. Que acrecientan el miedo a relacionarnos. Y que no nos dicen que en lo que sucede nuestra acción tiene una repercusión. Tiene un camino. Tenemos la posibilidad de la creación.
“El sol hace crecer las flores, mamá. Aunque como mi piel es fina tengo que ponerme una camiseta para poder salir a jugar en pleno mediodía. Me gusta su calorcito. ¿A ti, mamá?”