Es urgente cambiar la mirada sobre la criatura humana.
Habitualmente, fruto de nuestro background ideológico, entendemos que un bebé es un sujeto pasivo que no hace nada. Que sólo pide. Que sólo reacciona.
Pero observemos mejor a la criatura humana… desde su inicio. Dejémonos impactar por su manera de hacer y reflexionemos.
La forma de vida que se concreta en un bebé, es un impulso vital que tiene un desarrollo programado, que tiende a expandirse. Usamos habitualmente el concepto semilla criatura humana para, metafóricamente, comprender parte de la lógica que utiliza cualquier principio vital.
Imaginemos que sembramos una semilla de peral. Durante un tiempo, mientras permanece bajo tierra no vemos la semilla. Como sabemos que su programa de desarrollo es así, no dudamos de que la semilla permanezca allí. Y no intentamos desafiar ese estado. Muy al contrario, tratamos de proteger esa parte del proceso conservando la semilla bajo tierra y con todas las condiciones necesarias propias de ese tiempo de desarrollo. Y además sabemos que, si encuentra suficientes condiciones vitales, se convertirá en un peral. Aunque no veamos nada, sabemos, porque conocemos las fases de su proceso, que está “haciendo” lo que necesita para desarrollarse. Esperará el tiempo adecuado para romper su cáscara y brotar, tomando el tiempo necesario para ir creciendo. En continua relación con el sustrato nutricional que requiere (amén de otras circunstancias externas a favor; climatología, protección o adversas; un pisotón descuidado, el mordisco de un animal). Cumplirá en cada paso saltos “programados” de desarrollo, y en ningún caso dejará de desarrollar su programa “ semilla de peral”. Es decir, esa semilla porta una información que se va expandiendo cuando las condiciones que necesita se presentan. Su programa está diseñado para ir al límite de sí mismo. Es decir, contiene toda la información para ser un gran peral.
Si encuentra en el exterior el humus necesario para ir creciendo irá desplegando en el orden que dicta su programa toda la expansión de esa información.
Observemos cómo la criatura humana también es un principio vital que pulsa por expandirse y es fiel a su programa “semilla criatura humana” para seguir creciendo.
Si pudiésemos poner en valor lo que hace el principio vital que recorre a un bebé incluso antes de nacer, podríamos comprender cómo todo lo que sucede tiene una secuencia programada, comprometida con el crecimiento, donde no hay capricho, sino pasión por desarrollarse.
¿Sabías que el parto se desencadena cuando el bebé manda a través del cordón umbilical una señal oxitócica a su madre?, ¿ sabías que cuando un bebé mira sin pestañear está cocreando la atmósfera hormonal que más contribuirá con asegurar su supervivencia? La idea que tenemos en occidente de lo que es un bebé se me antoja injusta. Estamos lejos de comprender la maravilla que manifiesta. Y de poner en valor lo comprometido que está con su propio crecimiento. Sólo si pudiésemos apreciar lo complejo que es ordenar las múltiples cadenas musculares para llevar una mano a la boca, o decir la palabra agua asociada a,efectivamente, el fenómeno agua, nos daríamos cuenta de que la criatura humana es fascinante. Y podríamos empezar a constatar que existe un programa interno que pulsa por desarrollarse, mucho antes que cualquier intento de enseñanza exterior. Comprenderíamos que ser humus es nuestra mejor opción. Cuando tratamos de hacer crecer una semilla antes de tiempo, si tirásemos del tallo para que creciese más rápido, probablemente la haríamos daño, la pondríamos en peligro. Pero sobre todo, pondríamos en evidencia que no sabemos, que desconocemos lo que es. Su naturaleza. Su programa. Y el lugar de donde proviene su crecimiento.
Conocer la lógica del programa criatura humana, además de llenarnos de maravilla y humildad, nos dará una nueva perspectiva de nuestro papel y una visión llena de posibilidades de lo que es ser una criatura humana. Y de cómo colaborar con su desarrollo, en vez de tirar, poniéndola en peligro, de su tallo.